enchiladas salen las viejas
de comer tanta oreja en el pozole,
que de escuchar no se cansan
y de hablar no se diga.
pero no dejan de comer chile
ni de exprimir limón
y dale que le raspan a la tostada
como si fuera manda;
y los viejos que nomás piden pierna y lomo,
pollito aunque esté frío
pero sin pellejo que de eso
ya están hartos,
pechugas con cebollas
desflemadas pa amenizar la salsa,
y el oregano para profundizar en las relaciones,
irse ya llenos a reventar el flan,
la camionetota se vuelve caballo
y el humo nubes en la pradera,
con una extraña sensación
se limpian los dientes
con un palillo o dos,
según la paciencia y las fuerzas de cada estómago,
sonriendo, satisfechos
y cómodos de la monotonía
de tantos años,
renaciendo de una laguna existencial
y volviendo a sus ayeres
a la hora de la comida
Si señor, el orgullo de mi tierra
es aquel que no la olvida,
ni aunque las cenadurías se hayan
vuelto restaurantes
y aunque el petróleo nos haya sido saqueado
por los católicos impostores,
uno sigue siendo católico,
tapatío, macho y hembra,
ciudadanos y ciudadanas
valiendo madre con orgullo
y lo mejor
disfrutándolo cuando se puede.
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